El golpe de fuerza que acaba de dar en el seno de la dirección del PSC su actual secretario general, Pere Navarro, es ciertamente oportuno pero llega demasiado tarde: el descabalgamiento de la colección de cadáveres políticos cesados, atornillados hasta ahora a sus cargos/sueldos orgánicos y/o institucionales, debió haberse hecho hace tanto tiempo que da melancolía solo pensarlo. Gente como los inefables Miquel Iceta -deus et machina durante años de la sede de la calle Nicaragua de Barcelona- y Joaquim Nadal -portavoz de la presunta oposición mayoritaria a CiU en el Parlament catalán-, hubieran de haber sido lanzados de los puestos que ocupan como mínimo tras la derrota en las últimas elecciones autonómicas catalanas; en realidad, continuaron aferrados a sus sinecuras incluso tras el último congreso del PSC, celebrado hace ocho meses, en el que se vieron obligados a dejar paso, gatopardescamente, a Pere Navarro y sus magras mesnadas: cambiaron algo para que todo siguiera igual.
Ahora Navarro quiere volar por su cuenta y ha "renovado" por decreto al sector nacionalista parlamentario y al aparato de la sede de Nicaragua, todo a la vez. Y es que el pacto tácito entre unos y otros, que tanto se han odiado en el pasado remoto y próximo, impedía que Navarro se hiciera plenamente con las riendas del partido. Finalmente el secretario general se ha puesto en faena, y las viejas momias apolilladas empiezan a desfilar hacia la puerta de salida. Alabado sea, aunque como digo ya casi de lo mismo.
Ocurre de todos modos que el equipo "renovador" que trae Pere Navarro consigo tampoco tiene desperdicio. Se trata de un pequeño, aislado y heterogéneo grupo de personajes, que poco han de envidiar a sus predecesores. El que parece mandar más en la cuadrilla tras Navarro exhibe un largo currículum como trepa de pocas luces aparejado con una escasamente brillante hoja de servicios, en la que destaca con luz propia la insensata dirección de la campaña electoral del PSC en las últimas elecciones autonómicas catalanas. Son gente que más allá del entusiasmo inducido que fingen sentir por ellos los periodistas de ciertos medios barceloneses, carecen de entidad propia y francamente, tampoco se diferencian mucho en materia ideológica de sus predecedores: confusos liberales "de izquierdas", gente que dice seguir creyendo en un reformismo social descafeinado que ya nada tiene que reformar cuando la oligarquía catalana hegemónica y hegemonista está destruyendo eso que un tanto pomposamente, se ha dado en llamar el Estado del Bienestar local.
El PSC ya no tiene corrientes internas, sino apenas grupos de náufragos a la búsqueda de acomodo en un bote salvavidas cualquiera que les continúe garantizando ingresos regulares. Las bases en esto, como en casi nada por lo demás, no cuentan. Ya hay quien hace quinielas respecto al orden de llegada a CiU de los más sedicentes nacionalistas del PSC; tal como están las cosas, parece evidente que los pujolistas se podrán permitir con toda tranquilidad seleccionar los que les interesen y desde luego, rechazar a la mayoría de aspirantes. En el caso de Barcelona, un titular de la edición catalana de El País de hace unos días provocaba vergüenza ajena: "El alcalde Trias (CiU) no encuentra silla para Jordi Martí" (cabeza del PSC en el Ayuntamiento). Y es que al parecer el teórico jefe de filas de la oposición barcelonesa y presunto candidato socialista a la alcaldía, anda mendigando a CiU una colocación en el equipo de gobierno municipal para él y sus fieles con la excusa de un "pacto de gobierno sociovergente", que les permita disfrazar lo que no es más que un desesperado intento de recuperar unos ingresos que han quedado bastante tocados desde la pérdida del poder municipal que ostentaba el PSC en la capital catalana. Miserias como esta las hay repartidas por toda la geografía catalana, como consecuencia de la cruda travesía del desierto que está experimentando el PSC tras la cadena de debacles electorales sufridas. El partido se descompone, y hay que buscarse las lentejas.
La imagen que ilustra el post corresponde a un cartel de la JSC autorizado por la dirección de campaña del PSC en las elecciones autonómicas catalanas de 2010, en el que se presentaba al candidato socialista José Montilla como un superhéroe, "El increíble hombre normal", intentando sacar partido de un modo lamentable de su imagen vulgar y anodina.
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