lunes, 13 de enero de 2014

El medio es el masaje. Pavlov en la televisión autonómica catalana



En las últimas semanas la Generalitat de Catalunya ha desatado una masiva y omnipresente campaña propagandística en medios de comunicación y soportes publicitarios urbanos, sobre todo en la televisión autonómica catalana, campaña que bajo el disfraz de promover la selección de residuos y su ubicación en los correspondientes contenedores, lanza en realidad mensajes escasamente subliminales dirigidos a los "petits separadors" (pequeños separadores) a fin de que "separin bé" (separen bien"). Y es que separar bien es "un joc de nens" (un juego de niños).

Seguramente el imbécil que ha diseñado este masaje mediático intensivo debe estar muy orgulloso de su presunto ingenio, gracias al cual coloca mensajes en la dirección apetecida por sus amos. 


Una vez más se malversa dinero público en campañas propagandísticas disimuladas que intentan convertirnos en perros de Pavlov, para que cuando nos lo ordenen levantemos la pata al unísono. ¡La que nos espera de aquí al dichoso referéndum, en el supuesto de que llegue a realizarse!

Les dejo un enlace a uno de los muchos formatos de la campaña:

está en YouTube, y no necesita traducción

viernes, 10 de enero de 2014

Francia y el antisemitismo


 
A comienzos del primer mandato presidencial de François Mitterrand, un grupo de alcaldes socialistas de la Catalunya Nord le visitó en el palacio del Elíseo llevándole una propuesta muy concreta: autorizar el que se dieran clases de catalán en las escuelas públicas a los alumnos que quisieran asistir, fuera del horario escolar y con coste a cargo de los padres. El presidente montó en cólera y expulsó a los ediles de su despacho tras gritarles: ¡Señores, déjense de historias, aquí no estamos en España!.  Y es que la escuela pública francesa no está para estos menesteres, sino para crear ciudadanos bajo la vieja triple divisa del Club des Jacobins, que exigía en territorio del Estado francés  "igualdad de derechos para todos, en todas partes y al mismo tiempo". Quien desee otras prestaciones (aprender catalán, inocular cualquier doctrina religiosa, implementar extravagantes teorías y prácticas del aprendizaje infantil...), debe acudir al ámbito privado y pagarlo de su bolsillo.  
 
Ítem más. Desde hace más de medio siglo, los más fieros abertzales se la han cogido con papel de fumar cuando de combatir la "opresión del Estado francés" se ha tratado. ETA llegó a pedir disculpas públicamente por haber disparado "por error" contra gendarmes franceses. Las reivindicaciones independentistas vascas se cuidan muy mucho de referirse directamente a la "autodeterminación" de los tres "territorios históricos"  situados en dominios del Estado francés, cuya reclamación queda siempre para mucho después de la construcción de un Estado vasco al sur de los Pirineos.
 
Y es que Francia es mucha Francia, incluso en estos tiempos que corren. El Estado francés seguramente tiene muchos defectos, pero algunas de sus virtudes no solo han perdurado y resistido eficazmente el paso de dos siglos y pico sino que siguen constituyendo ejemplos a imitar incluso en detalles aparentemente nimios.
 
Recuerdo de mi primer viaje a la capital francesa el rótulo sobre los vehículos municipales: "propiedad de París". No del Ayuntamiento de París, sino de la ciudad; de los ciudadanos que la habitan, en suma. Siempre me ha llamado la atención el hecho de que las patrullas de gendarmes a pie estén formadas habitualmente por tres individuos, uno de los cuales suele pertenecer a alguna minoría étnica. O el que desde los tiempos de la Revolución Francesa la policía no pueda efectuar detenciones a domicilio hasta que salga el sol, un modo de evitar abusos amparados en la noche y sobre todo de que el detenido no sea sacado de su casa en el estado de confusión propio de quien ha sido arrancado a la fuerza del reposo.
 
Seguramente hay cuestiones mucho más importantes que estas en orden a la protección de las libertades y los derechos individuales, en tanto que personas y ciudadanos. Pero no dejan de ser un síntoma de la calidad democrática de un país, sobre todo si lo comparamos con realidades históricas como la española.
 
Viene este exordio a cuento de las críticas suscitadas por la actuación del ministro del Interior francés, Manuel Valls, cuya infancia por cierto transcurrió en parte en las calles de mi barrio, del que era originario su padre, el pintor catalán Xavier Valls, en el caso de un bufón cuyos chistes tienen como ingrediente principal el más vulgar racismo, lo que no deja de ser curioso en alguien que es negro o al menos mulato según parece. Ocurre que el bufón es un personaje cercano políticamente al FN francés y personalmente a sus dirigentes (el viejo Le Pen es padrino de uno de sus hijos), además de haber hecho buenas migas últimamente con el islamismo radical; como que el objeto de sus presuntas gracias son los judíos, la izquierda antisemita francesa anda estos días escandalizada porque Valls haya prohibido algunos de los espectáculos-mitines de este elemento.
 
Algunas actuaciones de Manuel Valls contra los gitanos rumanos y otros inmigrantes reflejan una personalidad autoritaria y algo populista del ministro, que en todo caso no debería servir para descalificar una actuación que ha puesto en su sitio a un canalla sin escrúpulos, jaleado ahora por una cohorte de imbéciles que abarca gentes ubicadas desde la extrema derecha a la extrema izquierda capaces de sostener un día que el Holocausto no existió y al siguiente que el pecado de Hitler fue haber liquidado pocos judíos.
 
Al contrario que en España, en Francia ese tipo de pensamiento -por llamarlo de algún modo-, no tiene carta de naturaleza aceptada y es considerado delictivo y sujeto de sanción penal. Lo que se ha de exigir a Valls por tanto, es que sea coherente con la Francia histórica y use toda la fuerza del Estado francés para acabar con esa escoria.

En la imagen que ilustra el post, una persona sostiene una pancarta durante una manifestación antirracista en Francia. 

miércoles, 8 de enero de 2014

El crepúsculo de las monarquías europeas


En el Antiguo Régimen la legitimidad de los monarcas procedía directamente de Dios, autoridad incontestable donde las haya. En realidad, la fuente auténtica de su poder era la pura fuerza bruta, ejercida a través de los ejércitos reales. La Revolución francesa y su idea del "ejército nacional" ("le peuple en armes") rompió para siempre ese punto de apoyo.
 
A partir de ahí, todo fue decadencia del poder, autoritario por supuesto, de los monarcas. Primero, tuvieron que pactar con la burguesía emergente y avenirse a compartir el poder político con quienes ya ejercían el económico y pronto alcanzaron asimismo la hegemonía social. Luego las monarquías hubieron de aceptar el papel de comparsas que les ofrecían los regímenes constitucionalistas, y verse relegados a figuras decorativas ("el rey reina, pero no gobierna"). Ciertos intentos de recuperar el terreno perdido (del carlismo español al legitimismo francés, por ejemplo), desembocaron en violencias de todo género, y a la postre se revelaron inútiles: el control de la burguesía sobre los mecanismos de poder tanto en los aparatos de los Estados como en las diferentes sociedades que los albergaban, eran ya absolutos. La vieja aristocracia se fue disolviendo en el seno de la nueva clase todopoderosa.
 
Se dice que en la España actual el noventa por ciento de los títulos nobiliarios fueron otorgados por el general Franco a secuaces suyos. La mayoría de los restantes se remontan al siglo XIX y tienen en su origen a traficantes de esclavos como el marqués de Comillas o grandes estafadores financieros como el marqués de Salamanca. Solo un porcentaje insignificante de esos títulos, los llamados Grandes de España, provienen de épocas anteriores, y la mayoría de quienes los detentan actualmente son personajes provenientes de la alta burguesía, cuyos padres o abuelos mezclaron su sangre y su dinero con los vástagos de la vieja aristocracia arruinada y en extinción. Las casas reales se quedaron pues, sin cortesanos y por tanto sin apoyo social directo.
 
Hoy ya nadie cree que la sangre de los reyes sea azul ni que su poder venga de Dios. Un rey es visto como un ser humano corriente y moliente, que como cualquier hijo de vecino tiene accidentes domésticos, padece enfermedades y puede aparecer, él mismo y/o sus familiares directos, mezclados en los más turbios negocios. Porque los reyes se han convertido en funcionarios privilegiados del Estado, mantenidos con los impuestos de todos como efigies vivientes del gran pacto decimonónico que puso el poder en manos de las burguesías europeas entonces emergentes. Nadie cree a estas alturas que lo natural sea que un tipo herede de por vida el cargo de rey por el mero hecho de ser hijo de sus progenitores, quienes a su vez recibieron la sinecura de los suyos etcétera. En un mundo competitivo y en el que cada cual debe demostrar a diario sus capacidades y merecimientos a veces para obtener solo unas migajas del banquete, los reyes, príncipes, infantas y demás resultan figuras anacrónicas y obsoletas que en sociedades inmersas en crisis como la actual, provocan una irritación popular creciente y concitan fácilmente la ira colectiva al encarnar los privilegios y la impunidad  a ojos de quienes están perdiendo lo poco que tenían.  Si además se les descubre cobrando comisiones económicas por gestiones de intermediación o llevándose a sacos el dinero público a Suiza, parece natural pensar que su futuro comienza a ser algo más que problemático.
 
Salvo en las monarquías nórdicas, en Europa parece que estamos asistiendo al comienzo del fin de las realezas. A ello ha contribuido no poco la pérdida de la aureola angélica de la que gozaban tradicionalmente, tan apreciada por los sectores menos formados intelectualmente de estas sociedades, ahora decepcionados al contemplar como príncipes y princesas contraen matrimonio con gentes plebeyas en vez de hacerlo con sus iguales, y como la vida y milagros de esta gente se sigue ya en los programas del cotilleo como las de tantos personajillos de tercera categoría. Probablemente lo que más ha perjudicado a la monarquía española en los últimos años no han sido tanto los escándalos judiciales y sus peligrosas relaciones y conchabeos económicos, cuanto el que los miembros de la llamada Familia Real aparezcan en las revistas satinadas y los programas televisivos del corazón peleándose como gatos entre ellos, y teniendo un comportamiento general en público como el que cabe atribuir a una pandilla de ricachos sin escrúpulos ni sentido común. 
 
El fin de la institución monárquica es inevitable, y ocurrirá en pocos años. El descrédito creciente que la envuelve proviene de la constatación popular de que quienes la encarnan son simples seres humanos sujetos por tanto a las más vulgares pasiones, y no hijos de dioses enviados a la Tierra para gobernarnos a su capricho. Al final, resulta que hemos descubierto que los reyes se rompen la cadera y que las princesas no orinan perfume; se acabó la magia y con ella, la razón de su existencia. 
 
En la imagen que ilustra el post, una antigua alegoría de la Segunda República española.
 

viernes, 3 de enero de 2014

Aventura en la Tierra está de vuelta


Como verán, estamos de vuelta.

Han sido unas vacaciones las que nos hemos tomado AVENTURA EN LA TIERRA y yo, el uno de la otra y viceversa. Se trataba de conseguir una cierta distancia entre nosotros dos y sobre todo, de ambos con eso que llaman "la actualidad nacional". La verdad es que al blog y a mí, nos comenzaba a sofocar el clima de este país (lo de país y nacional sirve en este caso tanto como para Catalunya como para España; al cabo, me importan la misma higa esas dos entelequias).

Así que una vez desintoxicados, volvemos al tajo. Pero eso sí, nos permitirán que en adelante en este blog obviemos con olímpico desprecio esa "actualidad nacional" alimentada por corruptos, idiotas, sacamantecas, ganapanes y toda clase de vivales, sean de rancia estirpe aristocrática o trepas recién llegados, que colonizan como marabuntas de pulgas chupasangres la política y la sociedad catalanas y españolas. Se acabó, me niego a seguir comentando las cerdadas diarias de esa gentuza. Al cabo prestarles atención es una forma de hacer que se sientan importantes, cuando todos ellos, y ellas, no son más que seres humanos en avanzado estado de putrefacción, como definía el joven Dalí a los burgueses de principios del siglo XX.
 
Así que intentaré  hablar de cosas más interesantes. En realidad no sé si para ustedes lo serán, procuraré que al menos lo sean para mí, y ustedes perdonen el egocentrismo. Veremos. Mientras tanto, bienhallados y bienvenidos de nuevo. Un abrazo.
 
Ah, y para cumplir con el rito de estas fechas: un 2014 como Dios, en caso de existir, mandaría. Al fin y al cabo, peor que 2013 no podrá ser.
 
De todos modos y por si acaso, ya ven la ilustración que he colgado en la cabecera de este post: nos van a tener que seguir oyendo, y seguramente vamos a levantar la voz más fuerte. Avisados quedan.