Casi todos los medios y una buena parte de los analistas coinciden en que el Frente Nacional (FN) francés se ha convertido en el "ganador moral" de la primera vuelta de las presidenciales franceses, por mor de su supuestamente impetuoso avance electoral en estos comicios.
En realidad no es para tanto, ya que no hay tal avance significativo. De hecho el resultado del FN en esta primera vuelta es un punto inferior a su techo máximo, logrado por Jean Marie Le Pen, el padre de la actual candidata, en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002, cuando obtuvo el 18% de los votos y apenas sumó un 1% en relación a la primera vuelta (mientras Jacques Chirac tuvo en la segunda vuelta el 82%, gracias al "voto republicano").
Con seguridad, en las elecciones legislativas de junio el FN volverá a bajar al 12 ó 13% de los votos. En todo caso, y como digo, el 18% es su techo máximo. Realmente no es un hecho despreciable en cuanto a su importancia el que casi uno de cada cinco votantes franceses opte por el partido que ideológicamente se identifica con los traidores a Francia que colaboraron con los invasiores nazis y asesinaron a miles de compatriotas. Pero de momento grosso modo son eso, algo menos de uno de cada cinco franceses.
¿A qué viene pues tanta alarma mediática? Descontados los analistas escandalizados de buena fe por el apoyo popular en votos obtenido por los fascistas franceses, hay mucho ruido mediático interesado en agitar el espantajo de un FN al asalto del Estado francés, un fastasma usado ahora por la derecha y los mercados con el objetivo de que en definitiva, los franceses se resignen de una vez a entrar en la "vía correcta" por la que transitamos sus vecinos mediterráneos. Y es que a los paisanos de Astérix no se les puede espantar con la "intervención" de su economía y menos intentar la jibarización de su Estado y sus servicios públicos -eso sería suicida para cualquier gobierno francés, como pudo comprobar Sarkozy personalmente hace cinco años cuando apenas comenzado su mandato, quiso introducir las primeras agresiones neoliberales contra los servicios públicos como parte de su agenda de "reformas"-, así que el modo de asustarlos es amenazándoles con regresar a los tiempos infames del régimen de Vichy.
Se trata de hacerles optar electoral y anímicamente por la derecha para evitar que gobierne la extrema derecha, siguiendo el viejo patrón manipulador apenas modificado al que aludía un personaje de "La aventura es la aventura", una divertidísima película francesa post Mayo del 68 dirigida por Claude Lelouch, cuando al ser preguntado en qué se ocupaba éste respondía que se había hecho asesino de políticos: "la extrema derecha me paga para que dispare a personajes de derecha y así le echen la culpa a la izquierda". Cuarenta años después del film de Lelouch, el guión se ha modificado apenas: ahora se trata de exhibir a la extrema derecha para que todos corran a votar a la "derecha democrática". Recuerden el montaje político-mediático-policial de Toulouse: esta gente no se detiene ante nada.
En la imagen que ilustra el post, el traidor mariscal Petain, referencia ideológica de la extrema derecha francesa, rinde vasallaje a su amo Adolf Hitler.
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