Leo hoy en EL PAIS una amplia información acerca del inminente estreno de una película, otra más, que usa la Guerra de España como telón de fondo para planteamientos que nada tienen que ver con la presentación honesta de aquel acontecimiento. Y es que el cine contemporáneo va a lo suyo, que es hacer taquilla sin reparar en medios y de paso, sembrar toda la ideología reaccionaria posible.
El guión es obra de un joven autor de best sellers muy conocido en Catalunya, metido ahora como digo en el papel de guionista cinematográfico. El tipo comienza explicando que la acción del film transcurre en una masía de la comarca de Matarranya, en Teruel, y que está hablada íntegramente en "aragonés oriental". Lo cual no deja de sorprender al lector avisado, porque el el tal literato es catalán y a tenor de sus libros publicados, muy pero que muy catalanista. Sin embargo, por lo visto el hombre acaba de descubrir que el dialecto catalán que se habla en las comarcas aragonesas de la Franja es aragonés "oriental", apuntándose de ese modo a las reaccionarias y ultraespañolistas tesis, por llamarlas de algún modo, que imponen el Partido Popular aragonés y sus socios en el Gobierno autonómico del país, los "regionalistas" del PAR.
Según parece la película mezcla elementos reales y mágicos, aunque como el presupuesto disponible fue más bien bajo según explica su director, un ciudadano nacido en Hospitalet del Llobregat, carece de efectos especiales. Loados sean Dios y el productor, que para efectos especiales ya tenemos el cine-basura norteamericano inundando las salas de proyección del mundo.
El caso es que el nudo de la película según cuentan en EL PAÍS estos caballeros, guionista y director, va de un joven payés heredero de la masía que se ve envuelto a su pesar en la guerra, a pesar de su distancia de los bandos contendientes. Un "equidistante" en una guerra de clases, ya ven. Por supuesto la "equidistancia" no es tal, pues a renglón seguido el guionista comenta que "esta debe ser la primera película sobre la Guerra Civil en la que los anarquistas son los malos". Un innovador, el best-sellero. Para subrayar más si cabe esa maldad, el personaje que hace de jefe anarquista (desde las películas de indios del cine mudo los malos siempre tienen un "jefe" que concite el odio del espectador, ya saben), se llama o le llaman Lo Coixo (El Cojo, en "aragonés oriental"). Parece que Lo Coixo es un anarquista malo con ganas, aunque hay un detalle en él francamente desconcertante: el tipo gasta gorra a lo Lenin, con una estrella roja prendida en ella. Un mínimo de cultura histórica nos dice que la estrella roja de cinco puntas es un símbolo usado por organizaciones de raíz marxista, es decir por socialistas y comunistas, y nunca por los anarquistas, quienes desde siempre han tenido su propia simbología. Pero esto debe parecerle al novelista-guionista un detalle sin importancia, a no ser que haya pretendido resumir en Lo Coixo toda la maldad roja en un solo personaje.
Lo cierto es que la basura ideológica revisionista o trivializadora según casos que se está expandiendo por Catalunya en los últimos tiempos, alcanza con mucho más allá de las pretensiones de un film menor com el comentado. Ya he dedicado algún post al revisionismo histórico que las instancias burguesas catalanas están impulsando desde los aparatos de influencia ideológica que controlan, como modo de deslegitimar a las izquierdas del país. En ese sentido, el ajuste de cuentas libresco y audiovisual con el anarquismo y sus líderes comienza a adquirir un volumen ciertamente notable. La monumental historia del anarquismo español publicada hace año y pico, poco antes de la muerte de su autor, Josep Termes, constituye un verdadero hito pero no es ni mucho menos un esfuerzo aislado.
En definitiva, se trata de presentar el conflicto de 1936 a 1939 como algo cuyo origen y desarrollo concernió solo a "los españoles" y en el que los catalanes sufrieron las consecuencias sin comerlo ni beberlo. Esto es radicalmente falso desde el punto de vista histórico, pues aquel choque fue en realidad una guerra de clases generalizada, que en Catalunya adquirió proporciones probablemente superiores a otras partes de España en la medida en que la gran y mediana burguesía catalanas apostaron netamente por el triunfo de los militares rebeldes, a quienes financiaron su guerra, y la pequeña burguesía urbana y campesina, que les acogió finalmente casi como a liberadores. Una frase típica de la burguesía barcelonesa de postguerra define claramente esa estrecha colaboración: "los militares españoles son unos hijos de puta, pero han metido en cintura a los obreros". La prosperidad burguesa catalana de los años cuarenta en adelante se cimentó en ese presupuesto colaboracionista.
Sin embargo, en Catalunya los miedos y terrores hacia la izquierda en general y singularmente hacia el anarquismo no vienen tanto de la gran burguesía como de los pequeños burgueses, la masa que en los años de la República votaba a ERC y ahora lo hace mayoritariamente por CiU. De qué pasta acomodaticia e hipócrita esta hecha esa gente lo explica claramente la revolucionaria británica Mary Low en su libro de recuerdos "Cuaderno rojo de Barcelona", cuando al narrar el entierro de Durruti (noviembre de 1936) dice que este fue la primera ocasión desde la Revolución de julio en la que los políticos y la "sociedad civil" burgueses catalanes salieron a la calle. En aquella ocasión portaban coronas de flores con las siglas de ERC en honor del líder libertario caído; Mary Low escribió entonces que si Durruti hubiera levantado la cabeza en ese momento "hubiera pedido una ametralladora, y no hubiera dejado uno vivo".
Como ven, el cariño es mutuo. Solo que ahora la burguesía catalana se lo están cobrando a base de fomentar el revisionismo.
En la imagen que ilustra el post, cartel electoral de la coalición de derechas catalana enfrentada al Front d'Esquerres (Frente Popular en Catalunya), en las eleccciones de febrero de 1936.
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