lunes, 28 de octubre de 2013

El emperador de la Atlántida llega a España

 
El pasado 24 de octubre tuvo lugar en el Teatro Principal de Zaragoza la representación en España de la ópera "El emperador de la Atlántida", un proyecto que finalmente ha cuajado gracias al sistema de crowdfounding o financiación popular.
 
Aunque parezca increíble es la primera vez que se monta una representación en España de esta singular ópera, concebida por un músico judio, Viktor Ullmann, en un campo de exterminio nazi. Digo que parece increíble que no se haya hecho antes y ya me arrepiento de haberlo escrito, porque en la España de la democracia demediada en la que siguen dominando los valores ideológicos y culturales del franquismo puro y duro (el régimen instaurado en España gracias al dinero y las armas nazis), lo exótico al parecer sigue siendo remememorar los crímenes de masas contra la Humanidad de aquellas bestias y las obras que los denuncian.
 
Así que colaborar desde la modestia económica con la puesta en escena de "El emperador de la Atlántida" ha sido un acto de resistencía cívico-cultural contra el fascismo, aggiornato y pasado por Armani sí pero fascismo al cabo, que (des)gobierna España. Asistir a la representación desde el patio de butacas atendiendo la gentileza de los organizadores fue un premio para este su seguro servidor de ustedes, que procuré redondear con una buena cena en Parrilla Albarracín y un gin tonic como Dios manda en Mombasa, sitios zaragozanos ambos que les recomiendo. El AVE que te trae y lleva de Barcelona a Zaragoza en una hora y veinte minutos justos, facilita estos pequeños excesos a aquellos que de momento no hemos sucumbido a la avaricia y rapacidad de la gran patronal-consejo de famiglias y de la Agencia Tributaria torticera que manipula el elfo Montoro.  
 
"El emperador de la Atlántida" aborda en solo cuatro escenas (hora y cuarto escasa de duración, apenas), problemas de mucha enjundia que en realidad puede resumirse en uno solo: la necesidad de redignificar la muerte, en tiempos en que la facilidad de su administración a las masas la banaliza en extremo. Es esta una idea muy judía, y por ende muy mediterránea: la muerte merece un respeto, y el nazismo (y sus formas excrecentes, pasadas o actuales) no se lo tienen. La "banalidad del mal" que descubrió Hannah Arendt en Adolf Eichmann y de la que un servidor, y perdonen la inmodestia, algo escribió también en su "Un castillo en la niebla" a propósito del modo absurdamente frívolo y carente de emociones con el que los nazis mataban, es probablemente lo que más debería horripilarnos de esa gente.
 
En esencia, "El emperador de la Atlántida" presenta a la Muerte declarándose en huelga: nadie morirá en adelante en la guerra en marcha ni tampoco de muerte natural. El desastre colectivo es pues, de campeonato. ¿Cómo puede haber una guerra sin muertos? ¿qué será de nuestros ejércitos de machos conquistadores? Resonancias de los clásicos griegos como pueden ver, pasados por la humorada tétrica de un deportado hebreo culto y socarrón. 
 
En "La Lista de Schindler", una película-espectáculo bastante huera pero con algunos aciertos, el personaje de Schindler ilustra al jefe del campo de exterminio nazi sobre las virtudes del perdón ocasional a sus víctimas como elemento capaz de sacarle del aburrimiento (y devolverle la alegría de matar): el tipo mata cada vez que le viene en gana, sin motivo ni argumento alguno para hacerlo, así que el hastío le tiene atrapado, dominándole hasta hacerle caer en la indolencia. Y es que los nazis se aburrían como ostras debido a una grandísima paradoja: cuando puedes hacer cualquier cosa, nada te apetece ya. 
 
Muchos años antes que el Rey Midas de Hoolywood, el judío Viktor Ullmann concibió un juguete lírico en el que reprocha al nazismo su inagotable y fordiana capacidad de matar, más que la ideología nazi de la muerte, que es más bien escasa y patética. La verdad es que el nazismo debe más intelectualmente (por decirlo de algún modo) a quienes concibieron las cadenas de producción de la industria automovilística norteamericana del período de entreguerras que a Wagner y a Nietzsche, presuntos referentes ideológicos de sus aberraciones mentales. Lo curioso del caso es que Viktor Ullmann estuvo internado en un campo "de lujo" nazi, Terezin, donde al parecer se reunió un selecto ramillete de intelectuales y artistas judíos centroeuropeos que de algún modo, pudieron seguir trabajando en lo suyo y alumbrando obras. Esa producción, vista con la perspectiva de hoy, resulta espeluznante en contenido y contexto; la ópera comentada e suna buena muestra. El experimento acabó en el otoño de 1944 con todos sus beneficiarios, Ullmann y su libretista entre ellos, gaseados en Auschwitz. 
 
La pieza que compuso Ullmann en Terezin rezuma como decía humor sarcástico judío, y remite a referentes culturales muy amplios, desde la tradición cultural judía y su visión de la vida y la muerte al cine expresionista alemán más avanzado, pasando por el checo Kafka y otros escritores centroeuropeos judíos o no.
 
Es una lástima que Adolf Hitler no la viera representada nunca. Igual le hubiera caído una lagrimita, antes de descerrajarle un balazo en la cabeza al autor.
 

martes, 22 de octubre de 2013

Estrasburgo dice no al secuestro de presos en España




Desde el Código de Hammurabi, allá por los albores de la civilización sumeria, unos dos mil años antes de nuestra era, las leyes se han caracterizado por respetar unos mínimos que además de legales, las hacen legítimas. Y es que legales eran, sí, las leyes raciales de Nuremberg promulgadas por el régimen nazi alemán, por ejemplo, pero su misma naturaleza racista y genocida las hacía ilegítimas y por tanto, rechazables y combatibles incluso con las armas en la mano.
 
En cristiano y abreviando: hay leyes que, aunque hayan sido publicadas en el BOE, no dejan de ser aberraciones si su contenido político y social es aberrante, por impecable que sea su factura jurídica.  
 
El caso es que a principios de la década pasada legisladores y políticos cayeron en la cuenta de un hecho incontrovertible: los presos de ETA, al hacer uso de los beneficios penitenciarios, salían a la calle mucho antes de ver cumplidas sus condenas a cientos o miles de años. Las sentencias se dictaban naturalmente según el ordenamiento legal, y en proporción al recuento de los crímenes probados cometidos por el individuo juzgado.
 
Pero resulta que según rezaba la ley española hasta la reforma de 2005, nadie podía pasar en la cárcel más de 30 años seguidos, lo cual dicho sea de paso es sumamente razonable y habla del buen talante de quienes en su momento se opusieron a que en el ordenamiento jurídico de la democracia española, entonces naciente, se incluyeran tanto la pena de muerte como las condenas a cadena perpetua irredimible, dos figuras penales propias de sociedades que viven en la barbarie y la miseria moral por ricas y avanzadas que sean. Así que ya de entrada, el que un etarra o cualquier otro reo sea condenado a 400 años de cárcel suena incluso un poco tonto; es obvio que no los cumplirá, y yo diría incluso que es bueno que así sea. En realidad las sentencias deberían tener en cuenta ese techo máximo de tiempo que realmente pasará en prisión el reo. Si el techo máximo son 30 años, o 40, ninguna sentencia debería condenar a más años de los que establece como límite el Código Penal.
 
Claro que aquí viene la segunda parte. Muchas personas y no solo políticos y legisladores tenían y tienen (tenemos) la sensación de tomadura de pelo cuando se sabe que ese mismo delincuente convicto condenado a 400 años de cárcel en realidad no cumplirá ni los 30 del techo máximo establecido gracias a los beneficios penitenciarios, que en la mayoría de los casos son aplicados al poco tiempo de estar en la cárcel y que disminuyen  el tiempo de condena no restando del conjunto de años al que fue sentenciado el preso en su día, sino descontando del techo máximo de tiempo que puede pasar en prisión. 
 
Entendámonos, en un sistema que busca la redención a través de la pena y no la venganza salvaje de los agraviados por el reo, los beneficios penitenciarios para todos los presos son un concepto irrenunciable; su tipo y gradación en cada caso, debería ser otra cosa. Como decía antes, nadie debería ser condenado a más años de los que realmente señala el Código legal como límite de tiempo efectivo a pasar entre rejas, pero es obvio que entonces el descuento de días por beneficios penitenciarios debería guiarse de modo distinto en el caso de quien mató a otra persona en un homicidio imprudente, por ejemplo, del caso de quien asesinó a 50 mediante un coche bomba indiscriminado.
 
Todo esto viene a cuento del ridículo mundial que acaba de hacer el Gobierno español actual y también su antecesor por causa de la siniestra "doctrina Parot" (una verdadera estafa jurídica, pura prevaricación de jueces y legisladores), que aplican en casos especiales los tribunales españoles y que permite retener en prisión a alguien que debería haber sido puesto en libertad en el momento en que se agotó su período máximo de estancia en la cárcel. El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo acaba de condenar severamente al Estado español por el caso de la etarra Inés del Río, cuya condena venció hace cinco años y a pesar de ello sigue en la cárcel en aplicación de la doctrina Parot. Era evidente que los presos etarras se acogían a beneficios penitenciarios a veces diseñados a medida (cursos de euskera por correspondencia sin exámenes, inscripción en carreras universitarias de determinadas universidades bajo la tutela de determinados profesores etc), y que algo debía hacerse para remediar esa situación, pero de ahí a secuestrar a esas personas media un abismo. La palabra es dura, pero real: secuestro. Y es que España entera es un Guantánamo en el cual hay gentes que han finalizado el pago de su deuda social, y sin embargo no se les permite salir a la calle.
 
Lo más terrible del caso es que para mejor manipular  a la opinión pública, se mete en el mismo paquete de la doctrina Parot a los etarras más sanguinarios y a presos sociales como violadores, asesinos reincidentes, etc. Una vez más, como en el espectáculo de Els Joglars (1977) sobre la ejecución de Heinz Chez, el desgraciado al que dieron garrote junto a Salvador Puig Antich para así justificar el carácter de "criminal común" de Puig Antich,  estamos ante una verdadera "torna", el añadido que se suma para hacer más digerible el crimen de Estado: se usa a los presos sociales para intentar disimular el carácter de represalia estricta de una política penitenciaria que lejos de resultar socialmente curativa, deviene en abyecta y planificada venganza. Peor todavía, se lanza a la calle a los voceros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, esos profesionales del dolor que ejercitan su oficio por cuenta ajena, al modo de las antiguas plañideras, para que refuercen la posición de la gentuza que nos desgobierna y que ya amenaza poco veladamente con pasarse por el arco del triunfo la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
 
Entiendan por favor, que esta no es una batalla a favor de los presos de ETA, sino de los derechos humanos más elementales de todos nosotros, de todos aquellos a los que un Gobierno cuyos principios rectores se hunden en la tradición del más rancio fascismo español, puede cualquier día acabar metiendo entre rejas por ser individuos "antisistema", "asociales" o simplemente por no ir a misa, como sucedía en los tiempos de Franco. Lo menos que merece un convicto es saber de entrada cuanto tiempo real pasará en prisión.
 
En la imagen que ilustra el post, representación de La torna, de Els Joglars.

jueves, 17 de octubre de 2013

¿Islandia como modelo? No, gracias




La semana pasada asistí a una jornada de esas entre lo académico y lo político, ya saben. Bajo el rimbonbante título "Hacia un nuevo modelo de gobernanza", la convocatoria pretendía dar pistas de por donde van los tiros en los cambios que están sufriendo los modelos de participación ciudadana al uso y las respuestas que desde los gobiernos deberían darse a esas exigencias.
 
La gobernanza es un concepto -en realidad, un palabro- de esos que ponen en circulación los creadores de metalenguaje y de jergas para uso de grupos de "enteraos", máster mediante. En realidad alude a algo tan elemental y antiguo como es que la forma de gobernar sea en definitiva una buena práctica que aúne lo bueno y lo útil para todos.  Un puro desiderátum, como puede verse.
 
Abrió el fuego de las ponencias una voluntariosa señora, española de nacionalidad y catedrática de no recuerdo qué en una Universidad islandesa. Su intervención fue un canto a la movilización presuntamente popular que hace cuatro años derribó el Gobierno de entonces y abrió un confuso proceso constituyente y hasta un poco revolucionario que, como las botellas de vinos espumosos sin tapón, acabó perdiendo el gas sin mucha tardanza. La buena señora reconoció que esos mismos políticos a los que la "revolución popular islandesa" arrojó del poder hace como digo cuatro años escasos, y a los que habían llegado a juzgar (aunque sin ningún tipo de consecuencias para los acusados), habían ganado las elecciones generales, las primeras celebradas tras la "revolución", esta primavera pasada por mayoría absoluta, con el 51% de los votos. Es como si el Congreso Panruso de los Soviets hubiera elegido como su presidente al zar Nicolás II cuatro años después de derrocarlo, para entendernos.
 
En suma, la experiencia islandesa fue una tontada de las gordas, conducida por elementos de clases medias altas entre los que al parecer había una sobreabundancia de cátedros, lo que explicaría algunas de sus manías y sobre todo, la esterilidad final de sus esfuerzos. Esta neoaristocracia se dedicó a crear todo un variopinto surtido de comités, mesas y otros presuntos canales de participación en los que individuos que nadie había elegido tomaban decisiones en nombre de todos. Por ejemplo, se creó una Comisión de 25 miembros cuya misión era redactar una nueva Constitución ¿Quién les designó? No se sabe. No es raro por tanto que cuando esos flamantes Padres de la Patria se presentaron en el Parlamento con su revolucionario proyecto constitucional debajo del brazo, los diputados islandeses, gente educada y bastante elegante además de pacífica como todo su pueblo, les reconvirtieran en "grupo asesor" (seguramente con asignación económica mediante), y el comité revolucionario quedara en nada en cuestión de meses. El proyecto de Constitución se perdió en vericuetos legales, y nunca más se supo. Entretenimientos de burgueses, ya digo.
 
En el turno de preguntas intervine con una muy concreta: En ese conflicto entre la oligarquía islandesa  y las clases medias urbanas ¿qué papel han jugado, juegan o potencialmente pueden jugar las clases trabajadoras? La señora catedrática quedó en suspenso y miró al techo, en medio de un incómodo silencio  general en la sala, atestada de intelectuales, políticos y dirigentes de la "sociedad civil" burguesa catalana. Cuando se repuso, la mujer contestó textualmente: "No lo sé, nunca lo había pensado", y tras una breve pausa concluyó: "Tengo que reflexionar sobre ello".
 
¿Entienden por qué estas pijerías de burgueses tipo 15-M -revoluciones interclasistas, las llaman ellos-  me molestan cada vez más?
   
En la fotografía que ilustra el post, islandeses durante una marcha de protesta.

viernes, 11 de octubre de 2013

"President, esto se va a la mierda"


La bronca de ayer en el Parlament de Catalunya augura tiempos en los que, como en los Balcanes de los años noventa, no habrá inocentes en ninguno de los dos bandos salvo las víctimas que unos y otros produzcan.

Y es que las élites catalanas y españolas continúan empeñadas en acercar cerillas al bidón de gasolina, con el único y perverso objetivo de inflamar el patriotismo de sus respectivas hordas como medio de recaudar adhesiones inquebrantables a sus respectivas causas. Pero la chispa puede prender en cualquier momento, y ocasionar una desgracia irreparable.

La oligarquía catalana ha tomado ventaja con actos como el del pasado 11 de septiembre, un despliegue costoso pero altamente rentable desde el punto de vista de la hegemonización de las voluntades ciudadanas, pero sus homónimos españoles no se han quedado a la zaga y ya tienen preparado un 12 de octubre de traca en Barcelona, con traslado en autocares alquilados de rebaños de fascistas españoles hasta la concentración en la capital catalana.

En ese contexto de acusaciones cruzadas y crispación creciente, con la polarización en marcha de la sociedad catalana dividida en dos bloques cada vez más ensimismados en los agravios inferidos por los de enfrente y cada vez más agresivos en la defensa de sus planteamientos y en la exhibición de su repertorio simbólico -con una traducción inesperada en los medios de comunicación locales, embarcados en una alegre e irresponsable apuesta por el bando secesionista; apuesta seguramente ni tan inocente ni tan desinteresada-, el anunciado futuro choque de trenes en el viejo Principat empieza a generar en el presente chispas más que preocupantes.

Ayer el Parlament catalán votaba una resolución de condena contra la actual delegada del Gobierno español en Catalunya por su participación en un acto de homenaje a la División Azul (el acto lo organizó, detalle significativo, la Guardia Civil). El debate degeneró en un enfrentamiento verbal en el cual dos energúmenos de ideología no tan diferenciada más allá de las enfrentadas superestructuras ideológicas patrióticas a las que cada uno de ellos es fiel, se acusaron a voces de nazis y de fascistas. En cierto modo, ambos tenían razón: tanto Cañas, el de Ciutadans, como Fernández, de la CUP, hacen bueno aquello de que los "extremeños se tocan", y comparten mucho más que los (malos) modos. Por cierto, nótese que ambas formaciones, Ciutadans y CUP, nacieron como marcas blancas del PP y CiU respectivamente, una especie de intermediarios que han acabado radicalizando posturas y arrastrando tras de sí a buena parte del electorado de sus partidos nodriza.  En fin, el espectáculo de ayer fue patético hasta convertirse en inenarrable, pero solo es un anuncio de lo que está por venir.

En medio del rifirrafe hubo sin embargo, algo mucho peor que el follón desatado por los gallos de pelea. Y fue que en mitad del griterío y el caos generados por los rebuznos de sus señorías, se alzó de repente la meliflua, democristiana y patriótica voz de la presidenta del Parlament, De Gispert, acusando a la bancada españolista (PP y Ciutadans) de "no tener vergüenza", y ya completamente fuera de sí, gritando repetidamente al diputado Cañas: "¡Calle!". Ordeno y mando, en línea del mejor autoritarismo fachoide: estos son los demócratas que gobernarán la Catalunya "lliure i plena", que Dios nos coja confesados.

 
La estulticia secesionista ofrece pues al fascismo españolista un triunfo insospechado, al transmitir ahora al mundo mundial la imagen de que quienes reclaman derecho a manifestarse y a decidir son incapaces de reconocérselo a otros. Al PP naturalmente le ha faltado tiempo para salir en tromba en los medios de la perrera a su servicio para afirmar que en Catalunya se prohíbe a los ciudadanos no afectos al nacionalismo catalán la celebración de su fiesta nacional, el 12 de octubre. Y lo que es todavía más grave, que se prohíbe hablar a sus diputados en sede parlamentaria, y se jalea s salida del hemiciclo catalán con gritos de "¡Eso, váyanse, váyanse!" a cargo de la dómina soberanista  que preside, es un decir, la Cámara catalana.

La dimisión de De Gispert es inexcusable; pero ellos tampoco tienen vergüenza..


La verdad es que todos están muy nerviosos. Porque las últimas encuestas empiezan a reflejar algo que unos pocos nos barruntamos hace tiempo: a medida que la cosa se encabrona, crece el número de los catalanes que abominamos de los dos bandos, y que para entendernos, usaríamos como papel higiénico en días alternos la estelada catalana y la rojigualda española. Ya circula incluso una encuesta que vaticina que en las próximas elecciones catalanas todos los partidos bajarán en votos, incluida la triunfante ERC. Y por primera vez en mucho tiempo, decrece asimismo el número de los que piden un referéndum "para decidir" sobre la secesión.

Y este es el peligro mayor, el de que los nervios lleven a los mamporreros de las élites a cometer barbaridades como medio de obligar a cerrar filas a sus partidarios frente al enemigo. Porque aquí nadie quiere aflojar, cueste lo que cueste. Y lo que puede costar, no es difícil imaginarlo.

Como colofón al espectáculo vivido, el socialista Pere Navarro fue capaz por una vez en su vida y sin que sirva de precedente, de hacer una reflexión que es todo un ejercicio de clarividencia política y social, cuando recién acabada la patriótica y navajera pelea se acercó al escaño de Artur Mas y le dijo: "President, esto se va a la mierda".  Efectivamente, así es.

En la imagen que ilustra el post, la fachada del Parlament de Catalunya. La escultura obra de Clarà que hay delante se llama, proféticamente, el Desconsol (el desconsuelo).

martes, 1 de octubre de 2013

Continúa el fraude masivo en la venta de deuda pública española


Por primera vez en en la historia de España, esa cuyos orígenes fantasea de manera torticera la serie "Isabel", la deuda pública del Estado español ha superado a su Producto Interior Bruto (PIB). Dicho en corto, ni todo lo que produce España en un año bastaría para pagar la deuda contraída por el Estado. 

La pregunta pertinente es: ¿y para qué demonios ha servido tanta austeridad? ¿qué ha hecho el Gobienro español con el dinero presuntamente ahorrado, en qué lo han invertido?

Pues como sabe y publica todo el mundo fuera de España, en intentar taponar el agujero negro galáctico -él sí- por el que se está colando el sistema bancario español, eso monumental destrozo que causaran los mismos bancos con sus políticas de inversión en fondos-buitre alimentados con el dinero más sucio y sangriento, y de masiva evasión de capitales a paraísos fiscales. Ya dicen en las instituciones europeas y la prensa continental que los 44.000 millones de euros del rescate de la banca española no han servido para nada. Lo cierto es que además de ser una gota de agua en el océano, una buena parte de esos fondos se los han embolsado los directivos de los bancos mediante "aumentos de sueldos",  primas, dietas y otras formas de legalizar el robo. O simplemente se los han adjudicado como "indemnizaciones" en compensación por haber sido jubilados forzosamente, en los pocos casos en que se han producido estas situaciones cuando el escándalo público y la exigencia de responsabilidades han traspasado fronteras y eran ya insoslayables.

Por otra parte está el espinoso asunto de quién es el tenedor actual de la deuda del Estado español. El año 2012 supimos gracias a la prensa internacional que el Gobierno Rajoy robó el Fondo de Reserva de las Pensiones para comprar con él deuda pública española, ya que ni el especulador más demente acudía a esas subastas. Es decir, el Estado español se compró a sí mismo la deuda que emite con el dinero destinado a asegurar la vejez de millones de españoles durante las próximas décadas. En un solo año liquidaron el 90% de ese fondo, y claro, ahora "no pueden garantizar las pensiones" ¿Cómo las van a po der garantizar, si en solo 12 meses vaciaron la caja para comprar unos títulos que no valen ni el papel en el que están impresos?

Y sin embargo, en 2013 se sigue subastando deuda pública española. Y se vende, ya lo creo que se vende. ¿Quién es el comprador? Ayer mismo lo desvelaba un economista en el programa Al Rojo Vivo, de la cadena de televisión La Sexta: ¡son los propios bancos españoles! Alucinante.

En resumidas cuentas las mismas instituciones financieras que vía Gobierno español recibieron los fondos del rescate europeo, han formado un cártel para comprar la deuda pública que emite ese mismo Gobierno. Hasta el momento, han adquirido el 90% de los títulos vendidos en 2013. 

Llegados aquí cabe preguntarse: ¿con qué fondos y a cambio de qué el cártel bancario español ha aceptado hacer el favor al Gobierno Rajoy de adquirir prácticamente íntegra su deuda pública?.     

La respuesta es obvia: naturalmente, con cargo a la "austeridad presupuestaria" española alcanzada mediante esas "políticas de ahorro" que destruyen servicios públicos y trasvasan a los usuarios que los han pagado a servicios privados, tras los cuales no es difícil adivinar a los bancos más nombrados del país.

El precio de esa colaboración gansteril: la inmunidad para la casta bancaria española por sus desmanes pasados, y seguramente por los que ya están perpetrando y por los futuros..

Por tanto la austeridad quasi autárquica del Gobierno neofranquista español no es solo ideología, también tiene un importante componente de rapiña económica. 

Ocurre que estos suicidas y sus "políticas" nos llevan de cabeza a la ruina más absoluta, en caso de que no nos desembarecemos de ellos y de sus políticas a la mayor rapidez posible.

En la imagen que ilustra el post dos de los máximos responsables del fraude financiero español, ambos dirigentes históricos del Partido Popular: el actual presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y el expresidente del Gobierno y presidente de Caja Madrid/Bankia, Rodrigo Rato.



jueves, 26 de septiembre de 2013

Ángela Merkel, de agente de la Stasi a reina del FMI


La victoria de la derecha en las elecciones alemanas ha sido contundente aunque insuficiente. Alemania ha demostrado ser una sociedad entregada al neoliberalismo luterano que encarna la Sra. Ángela Merkel, aunque ciertamente no haya un entusiasmo general en el país por semejante ideología ni sobre todo, por las consecuencias brutales de su aplicación en Alemania, aunque sí cuando se aplica en forma de "recetas alemanas" a otros países.  
 
En realidad quien ha vencido en las elecciones no ha sido Merkel sino una coalición de intereses y miedos, sumados a la incomparecencia de las izquierdas políticas alemanas, fragmentadas, atomizadas y en trance de lenta, o no tan lenta, desaparición orgánica.  Mientras el SPD, el segundo partido más viejo del mundo después del Conservador británico, se despeña sin remisión desde que el año 2000 abrazara el credo "social-liberal", "tercera vía blairiana" o como quiera llamarse a esa estafa política que hace bandera de la inanidad intelectual e implica  la renuncia absoluta no ya a tener y defender propuestas de izquierdas, sino incluso a ostentar una ideología propia cualquiera que no sea el mantenerse en el poder o sus afluentes; Die Linke no acaba de arrancar, estancado tras la desaparición de la escena política de Oskar Lafontaine y por causa sobre todo de su escasa penentración en los lander occidentales, lo que le convierte en un blanco fácilmente estigmatizable por la propaganda del sistema como una organización heredera del infame régimen "comunista" que imperó en la Alemania del Este;  los Verdes, por último, llevan una década escorándose tan a la derecha que algunos de sus propuestas no es que sean ya perfectamente digeribles por la CDU, es que la sobrepasan en la defensa de los intereses neoliberales. 
 
Al frente de este tinglado que es el Estado alemán contemporáneo, teóricamente presidido por un señor del que en realidad nadie, ni siquiera en Alemania, es capaz de recordar su nombre y apellidos y menos todavía las funciones que ejerce, se encuentra una mujer hija de un estirado pastor protestante luterano, antigua dirigente de las Juventudes Comunistas de la RDA, agente de la Stasi infiltrada en las organizaciones estudiantiles germano-orientales y en comunas juveniles "okupas" del barrio de Kreuzberg, en el sector occidental de Berlín, y después en las juventudes del partido democristiano, la CDU, primero en la zona oriental y después en todo el país. El destino de Ángela Merkel lo narró John Le Carré, hace 25 años en un cuento suyo, cuando ni siquiera él sabía que existía esta Circe al revés  que convierte a los cerdos en hombres y les entrega los girones de los gobiernos, la banca y las empresas de los países del sur de Europa.
 
En su relato premonitorio, Le Carré hablaba de un agente de la policía política "comunista" polaca infiltrado en la Iglesia católica desde que siendo un muchacho fue enviado al seminario hasta que alcanza la silla episcopal de una de las más importantes diócesis polacas durante el derrumbe del Imperio soviético y la subsiguiente caída de los gobiernos satélites vasallos. El caso es que según narra Le Carré el tipo había vivido e interiorizado tan eficientemente ambos papeles, el de espía y el de cura, que alcanzó el punto en el cual ni él mismo sabía dónde acababa el uno y comenzaba el otro. Quien vive vidas vicarias al servicio del poder suele acabar sufriendo estas esquizofrenias, hasta el día en el que descubre que en realidad está sirviendo al mismo amo.
 
¿Cuándo supo la señora Merkel que el dios del Kremlin y el de la Bolsa de Frankfurt eran el mismo y por tanto, un único y verdadero dios? Sería bueno saberlo. A veces he pensado cómo habría sido esta mujer si el régimen de la RDA hubiera sobrevivido y ella hubiera llegado a mandar la policía política, la Stasi, o incluso, por qué no, hubiera alcanzado la cúspide de aquél régimen "comunista".
 
Lo pienso, y me da miedo solo de pensarlo. Y es que con esos mismos mimbres, se levantó el Tercer Reich de los Mil Años; o se dejó suelto a Julio Anguita en el PCE español, sin ir más lejos.
 
En la imagen que ilustra el post, Angela Merkel en su época de presidenta de la ‘Freie Deutsche Jugend’ (FDJ), las juventudes comunistas de la Alemania Oriental.
 

viernes, 20 de septiembre de 2013

El regreso de Billy el Niño


En los años del tardofranquismo y comienzos de la Transición se hizo tristemente famoso en Madrid un policía, inspector de la Brigada Político Social ("la policía secreta" franquista), apodado Billy el Niño, personaje que destacaba incluso entre el selecto ramillete de torturadores que formaban la élite represiva de la policía franquista, dadas sus marcadas características de sádico psicópata.
 
El nombre real de Billy el Niño es José Antonio González Pacheco, y según El País hoy tiene 67 años. Hace años que abandonó la policía, y no se sabe a qué se dedica. Seguramente a nada bueno.
 
Una jueza argentina ha decidido pedir la detención y extradición de ese torturador franquista en el marco de la querella presentada en el país americano por españoles familiares de presos políticos encarcelados, torturados y asesinados durante la dictadura fascista española (1939-1975). Junto a González Pacheco, la jueza María Servini de Cubria ha pedido la extradición del mando de la Guardia Civil Jesús Muñecas Aguilar, del comisario de policía José Ignacio Giralte González y de un escolta de Franco llamado Celso Galván, que ahora se ha sabido falleció en 2009.  
 
Por cierto que Jesús Muñecas era capitán de la Guardia Civil en 1981 y fue uno de los hombres de confianza del teniente coronel Tejero en el asalto al Congreso de los Diputados, llevado a cabo por fuerzas de ese instituto armado el 23 de febrero de aquel año. Las conversaciones grabadas entonces dan idea de que Muñecas era un fascista fanático, al que seguramente le habría encantado dar gusto al gatillo en aquella ocasión.
 
Según informa El País, "la policía (española) está obligada a arrestar a los tres imputados" una vez le llegue la orden de Interpol emitida a instancias de la jueza argentina. Cuando se detenga a los tres nada presuntos criminales (que están reconocidos por múltiples testigos que sufrieron sus "atenciones"), estos pasarán a disposición de la Audicencia Nacional, quien deberá decidir sobre su extradición a Argentina. Finalmente será el Consejo de Ministros español quien deberá aprobarla o denegarla.
 
Un detalle importante es que al estar acusados de crímenes contra la Humanidad, los delitos que se les imputan no prescriben.
 
A Billy el Niño sus víctimas le describen como un individuo de baja estatura, feo, regordete y con ojos saltones. Y muy corto de mente. "No era un funcionario que torturaba, era un torturador compulsivo, disfrutaba haciéndolo", dice en El País una de sus víctimas, una mujer vasca. En las sesiones de tortura que dirigía daba puñetazos, patadas, culatazos con la pistola y bramaba insultos que en boca de aquel ser obsceno y seguramente lleno de complejos debían sonar ridículos, a pesar de la brutalidad fuera de control que exhibía.
 
Ese animal dañino ha estado suelto todos estos años (¡cuarenta años!), impune, hasta que una juez argentina lo ha convertido en justiciable. El aparato judicial español debería morirse de vergüenza, en el improbable caso de que sus integrantes conozcan ese sentimiento.
 
En la fotografía que ilustra el post, el policía torturador franquista José Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño, en una fotografía de principios de los años setenta del pasado siglo.