La semana pasada asistí a una jornada de esas entre lo académico y lo político, ya saben. Bajo el rimbonbante título "Hacia un nuevo modelo de gobernanza", la convocatoria pretendía dar pistas de por donde van los tiros en los cambios que están sufriendo los modelos de participación ciudadana al uso y las respuestas que desde los gobiernos deberían darse a esas exigencias.
La gobernanza es un concepto -en realidad, un palabro- de esos que ponen en circulación los creadores de metalenguaje y de jergas para uso de grupos de "enteraos", máster mediante. En realidad alude a algo tan elemental y antiguo como es que la forma de gobernar sea en definitiva una buena práctica que aúne lo bueno y lo útil para todos. Un puro desiderátum, como puede verse.
Abrió el fuego de las ponencias una voluntariosa señora, española de nacionalidad y catedrática de no recuerdo qué en una Universidad islandesa. Su intervención fue un canto a la movilización presuntamente popular que hace cuatro años derribó el Gobierno de entonces y abrió un confuso proceso constituyente y hasta un poco revolucionario que, como las botellas de vinos espumosos sin tapón, acabó perdiendo el gas sin mucha tardanza. La buena señora reconoció que esos mismos políticos a los que la "revolución popular islandesa" arrojó del poder hace como digo cuatro años escasos, y a los que habían llegado a juzgar (aunque sin ningún tipo de consecuencias para los acusados), habían ganado las elecciones generales, las primeras celebradas tras la "revolución", esta primavera pasada por mayoría absoluta, con el 51% de los votos. Es como si el Congreso Panruso de los Soviets hubiera elegido como su presidente al zar Nicolás II cuatro años después de derrocarlo, para entendernos.
En suma, la experiencia islandesa fue una tontada de las gordas, conducida por elementos de clases medias altas entre los que al parecer había una sobreabundancia de cátedros, lo que explicaría algunas de sus manías y sobre todo, la esterilidad final de sus esfuerzos. Esta neoaristocracia se dedicó a crear todo un variopinto surtido de comités, mesas y otros presuntos canales de participación en los que individuos que nadie había elegido tomaban decisiones en nombre de todos. Por ejemplo, se creó una Comisión de 25 miembros cuya misión era redactar una nueva Constitución ¿Quién les designó? No se sabe. No es raro por tanto que cuando esos flamantes Padres de la Patria se presentaron en el Parlamento con su revolucionario proyecto constitucional debajo del brazo, los diputados islandeses, gente educada y bastante elegante además de pacífica como todo su pueblo, les reconvirtieran en "grupo asesor" (seguramente con asignación económica mediante), y el comité revolucionario quedara en nada en cuestión de meses. El proyecto de Constitución se perdió en vericuetos legales, y nunca más se supo. Entretenimientos de burgueses, ya digo.
En el turno de preguntas intervine con una muy concreta: En ese conflicto entre la oligarquía islandesa y las clases medias urbanas ¿qué papel han jugado, juegan o potencialmente pueden jugar las clases trabajadoras? La señora catedrática quedó en suspenso y miró al techo, en medio de un incómodo silencio general en la sala, atestada de intelectuales, políticos y dirigentes de la "sociedad civil" burguesa catalana. Cuando se repuso, la mujer contestó textualmente: "No lo sé, nunca lo había pensado", y tras una breve pausa concluyó: "Tengo que reflexionar sobre ello".
¿Entienden por qué estas pijerías de burgueses tipo 15-M -revoluciones interclasistas, las llaman ellos- me molestan cada vez más?
Gobernanza, chungo palabro con el chungo objeto de encubrir un modelo de dirección y gestión en el que no se contemplan las decisiones consensuadas.
ResponderEliminarEste es el palabro mágico con el que la Estrategia Universidad 2015 se va a cargar la autonomía y la poquita democracia interna en las universidades, porque la gobernanza, entre otras cosas pretende revisar los equilibrios establecidos entre autonomía y rendición de cuentas o Asegurar la viabilidad económica de las universidades mediante el incremento de la financiación de la educación superior, buscando el equilibrio entre inversión pública y privada , es decir, que todo por la pasta es lo que ordeno y mando, sin posibilidad de rechistar.