Georges Moustaki sentía alergia a las fronteras y a las identidades. Hace unos años lo explicaba así en El País con motivo de la presentación de su libro Siete cuentos fronterizos: "Cuando llegué a Europa venía con pasaporte griego y la nacionalidad griega no tenía ningún prestigio. ¡Los griegos eran emigrantes profesionales! Tenía problemas en todas las fronteras; aunque llevara los documentos en regla, me preguntaban qué iba a hacer allí. Lo que me gusta de la Unión Europea es poder viajar por los 27 países sin papeles. El resto no tanto, no me gusta que todo se parezca".
Era precisamente la diversidad de sus raíces lo que convertía a Moustaki en un icono cosmopolita. Nacido en Alejandría de Egipto, de orígenes griegos y judíos, se radicó en Francia y vivió enamorado de España. Pidió la nacionalidad española, y el Gobierno de Felipe González se la denegó; pero él siguió llevando "L'Espagne au coeur". La cultura francesa atrapó muy joven al paria, al meteco errante, aunque uno se barrunta que nunca le entregó su alma por completo. Celoso de "ma liberté", Moustaki, aunque residente en París, no paró de trotar por esa Europa a la que amaba con desesperación de náufrago. Y es que Moustaki encarnaba él solo la cultura mediterránea, diez mil años de un sólido y gratificante estilo de pensar y vivir, una cosmovisión que por primera vez en la historia de la Humanidad empieza a ser considerada "démodée" por influencia del burdo materialismo anglosajón.
Todos somos metecos, extranjeros en esta Tierra de nuestros pecados. Estamos de paso, venimos de ninguna parte y vamos a ninguna parte. En realidad no nos movemos del sitio (o del no-sitio) más que un breve instante en el que convertidos en vagabundos, miramos con ojos asombrados cuanto nos rodea. Algunos imbéciles se sientan entonces sobre una piedra y malgastan su tiempo mientras proclaman satisfechos que su identidad es una piedra, de la cual no están dispuestos a moverse mientras respiren. Otros, como Moustaki, inventan una canción para explicarnos que la vida es demasiado breve para malgastarla viviéndola de un modo unidimensional, y que en consecuencia todas las fronteras son una mierda castradora que nos impiden acceder a quienes somos realmente: metecos en tránsito, don nadies sin futuro que solo disponen del presente.
George Moustaki no es solo Grecia, ni el Mayo del 68 ni la cultura francesa, aún siendo también todo eso: Moustaki es la celebración gozosa de la no identidad, construida a partir de la multitud de identidades que cada uno de nosotros lleva impresas en los genes y las neuronas. Siempre con una sonrisa en el rostro, el cabello al viento y un vaso de buen vino cerca.
¡Brillante tu descripción de la cultura mediterránea, Joaquim!
ResponderEliminarMe temo que me voy a quedar con ella...
Bonito articulo. Moustaki era mi favorito de la canción francesa, para mí el mejor músico, mas sensible . No puedo sentirme mas identificado con tu comentario, yo también soy un enamorado de la cultura mediterránea y su modus vivendi, y si todo ello está pasado por el refinamiento y elegancia francesa, pues mejor.
ResponderEliminarTuve la suerte de ver tocar a Moustaki un par de veces, hace ya bastantes años. Una experiencia inolvidable.
luchino