La explosión de dos bombas en las cercanías de la meta y la tribuna principal del Maratón de Boston repite una vez más y de forma harto cansina y evidente un modelo inaugurado en su día con la voladura de las Torres Gemelas de Nueva York, el acto mediático-político con el que los libros de Historia futuros darán por inaugurado el siglo XXI.
Ocurre que el tiempo no pasa en balde, y al atentado de Boston ya se le ven las costuras de manera escandalosa.
En primer lugar y como señaló inmediatamente el periodista Carlos Carnicero y ha sido silenciado por la inmensa mayoría de medios mundiales, tal crimen se cometió apenas a 24h de que se cumplieran 20 años de la matanza de Waco (Texas) en la que cientos de miembros de una secta político-religiosa (de extrema derecha, por supuesto) estadounidense fueron inmolados por la voluntad de su líder y ciertas torpezas policiales, y el mismo día en que asimismo se cumplían años de la voladura de un edificio del Gobierno federal en Oklahoma City en el que murieron decenas de personas. Primera pista.
Apenas horas después del ataque de Boston una supuesta fábrica de fertilizantes texana volaba por los aires, produciendo decenas de muertos en el área residencial próxima tras una explosión que según un testigo presencial que la filmó "parecía una explosión atómica". ¿En dónde se localizaba esa fábrica? en Waco, Texas. Segunda pista.
¿Por qué Boston? Porque Boston es la capital histórica de Nueva Inglaterra, la ciudad más europea, más liberal, más segura y con menor presencia policial de todo EEUU. Como los españoles con la voladura de los trenes de Madrid, los bostonianos han sido castigados por no creer en los valores y virtudes de la "Cruzada Antiterrorista Internacional", el proyecto de dominación mundial global de los neocons que da sus últimas boqueadas pero a lo que se ve aún es capaz de propinar coletazos terribles. Tercera pista.
Como suele suceder, en las primeras informaciones sobre el suceso, esas que se emiten cuando la censura aún no ha tenido tiempo de tomar el control de la difusión de los mensajes, se halla la verdad que desmiente las elaboradas mentiras posteriores. Inmediatamente de producirse las explosiones de Boston las cadenas de radio dijeron que "según la policía", han explotado dos bombas que no contenían metralla "lo que descarta a Al Qaeda" (oído en la SER). Pocas horas después se nos informa del "hallazgo" en el lugar del atentado de dos ollas exprés, lo que confirmaría el "carácter casero" del atentado. Y luego, el torrente de mentiras: un poco más tarde se nos dice que las ollas, de seis litros de capacidad cada una y fabricación española (un modelo corriente de olla, que al parecer se vende por cientos de miles en los supermercados de EEUU) , estaban repletas de clavos y tornillos "especialmente manipulados para causar mayor mortandad". La gradación interesada en la dramatización y truculencia de la noticia es patente.
Los primeros días no hay pistas sobre los autores de la masacre. De repente la polícia (¿qué policía?) se hace con unos vídeos que muestran a dos jóvenes cargados con mochilas caminando pesadamente por una calle atestada de gente. Dicen los medios que el FBI está tan desesperado por la ausencia de pistas que "en contra de sus modos habituales de operar, dan a conocer los vídeos por si alguien puede identificar a los dos presuntos terroristas". Esta pasada madrugada, por último, se impone el toque de queda en Boston y sus cercanías, conminando a los ciudadanos a encerrarse en sus casas. Las calles se vacían de gente, y solo las recorren millares de policías patrullando con el dedo en el gatillo. Sin embargo un tipo entra en un supermercado situado nada menos que en el recinto del célebre MIT, intenta robar, huye y mata a tiros al primer policía que encuentra. Se organiza una descomunal batida policial, y poco después el hombre es muerto a balazos e identificado como uno de los dos terroristas. Su compañero, que ha huído, resulta ser hermano del acribillado y como él, de origen checheno; ambos llevan dos años en EEUU, unos medios dicen que como residentes ilegales y otros legales. Los dos son muy jóvenes, el huido se dice que tiene 19 años y el muerto no parece mucho mayor en las fotos, aunque no se ha facilitado su edad.
Recapitulemos. Dos chechenos cargados con mochilas cada una de las cuales esconde una olla rellena hasta los topes con kilos de metralla, se dirigen a la zona de meta de una carrera popular que congrega a su alrededor a cientos de miles de personas, y cuya supuesta protección está a cargo de nubes de policías de todos los cuerpos imaginables armados hasta los dientes para la ocasión. Los dos son chechenos, sinónimo de terroristas en un país para cuya polícia todo aspecto moreno o árabe es motivo de sospecha y excusa para identificar o detener a quien les parezca. Ambos presuntos terroristas logran acceder a la tribuna principal (¿nadie les identificó al meterse allí cargados con grandes mochilas?) y a los puestos más cercanos a la línea de meta. Dejan las mochilas en el suelo entre una multitud apretujada (¿nadie se dio cuenta de la maniobra?), y se marchan con toda tranquilidad por donde han venido. Nadie les ha identificado, nadie les ha pedido una credencial, nadie se ha extrañado de que dejen bultos considerables en medio de la gente y se hayan largado luego tan frescos
Obviamente, nos siguen tomando por tontos de remate.
A partir de los datos referidos, no resulta difícil esbozar una hipótesis de lo ocurrido en los siguientes términos: elementos policiales, seguramente miembros de cuerpos especializados, colocaron al menos dos bombas en el recorrido del Maratón de Boston. Los explosivos eran de tipo plástico, y en todo caso estaban en el lugar desde horas antes de comenzar el evento; probablemente fueron colocados al hacer las preceptivas revisiones de seguridad. El plástico es fácil de disimular y de eficacia terrible. Lo de las ollas es una charlotada para despistar. Los presuntos terroristas chechenos son solo dos cabezas de turco, probablemente manipulados por servicios secretos norteamericanos quizá con la colaboración de los rusos. Como el pobre Oswald, el supuesto asesino de John Kennedy, serán eliminados y aquí paz y después gloria.
Norteamérica vuelve a vivir bajo el terror y sometida mentalmente al dictado de la "seguridad nacional". Obama ha perdido la mano y quién sabe si quizá la partida. Recuerden que al día siguiente del atentado de Boston, la Asociación Nacional del Rifle ganaba otra batalla a la propuesta gubernamental de recortarles las alas a estos adalides de la industria armamentística norteamericana.
¿Y en Waco, que ha pasado? Pues que alguien ha usado una bomba atómica de bolsillo contra un centro oficial clandestino del Gobierno estadounidense. Las fábricas de fertilizantes a menudo suelen encubrir la fabricación de explosivos, ya que unos y otros comparten ciertos productos básicos. ¿Tal vez se han borrado huellas? Tal vez. O quizá se quiso recordar a los liberales norteamericanos que ahora gobiernan que la extrema derecha neocon no perdona; 20 años después del ataque a Waco ordenado por el presidente Clinton, ha logrado por fin cobrarse la factura.
En la fotografía que ilustra el post, los dos chechenos cargados con sus mochilas caminan con tranquilidad entre la multitud, supuestamente minutos antes de cometer los atentados de Boston.
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