Les elecciones presidenciales venezolanas han arrojado un casi empate entre el candidato del chavismo y el de la oligarquía. Se dice que hubo un cierto desplazamiento de chavistas hacia la lista contraria, pero me parece que el resultado tiene más que ver con un aumento notable de la abstención, más de 10 puntos en relación con los comicios presidenciales anteriores. En todas partes los que dejan de votar son los pobres, ya se sabe.
Maduro no es Chávez, carece por completo de su carisma, aunque el diablo sabrá a estas horas de dónde provenía el carisma del milico golpista reconvertido en Libertador de Masas; yo sigo sin averiguarlo. El caso es que a un gorila le sucede literalmente su guardaespaldas (ése era el oficio de Maduro, 15 años atrás: guardaespaldas de Chávez), así que una vez más la Historia se hace caricatura. Incluso la oposición y desde luego la oligarquía, acabarán añorando a Chávez. Porque Maduro es el caos, ya lo ha demostrado durante la campaña electoral. Como dice el viejo refrán castellano: "Detrás de mi vendrá quien bueno me hará". A no tardar Maduro hará bueno a Chávez, ya lo verán. De ahí a la desintegración política y social de Venezuela solo hay un paso, que Dios mediante y con la ayuda del Ejército, las castas políticas y económicas que rigen el país se apresurarán a dar a no tardar.
En Italia el esperpento trasciende el caos. La reelección de un anciano (87 años) como presidente de la República o lo que sea italiana, por la única razón de que los partidos y los grupos de presión no se ponen de acuerdo sobre quién ha de ser el sucesor del vejete, da la medida del nivel fangoso al que ha descendido la clase política italiana, incluidos los presuntos alternativos que lidera (es un decir) el cómico Grillo y ese carajal poblado de ex comunistas finos llamado Partido Democrático. Al final y entre todos, han conseguido que Berlusconi casi parezca un político sensato. Alucinante.
En un muro del centro histórico de Pisa, hace pocos días, vi esta pintada: "Ni santos, ni fascio ni comunistas". Es obvio que Italia entera esta harta de la Iglesia y sus partidos, del fascismo populista y del otro, y de unas izquierdas que llevan naufragando desde que el PCI decidió hacerse el hara-kiri y reconvertirse en un partido social-liberal, ni siquiera socialdemócrata. La política italiana es un pudridero en el que navegan cardenales, mafiosos, sesudos plumíferos, intelectuales de pacotilla y demagogos cabrones como ese Grillo, al que le quedan dos telediarios como agitador de masas pero que de momento se lo está pasando en grande anclando Italia al caos para años.
Porque lo que está viviendo el país transalpino no lo superará en décadas. Todas las estructuras italianas están quebradas, y no queda ni un gramo de cordura no ya en la casta política sino en toda la sociedad italiana. Otra pintada toscana: "Independencia y socialismo". El hartazgo, ya digo.
Y sin embargo, solo del caos puede surgir la regeneración. Ya lo dijo Albert Boadella en los albores de la Transición española: "Yo voto UCD porque Adolfo Suárez es el caos". Ojalá el director teatral hubiera tenido razón: en realidad todo estaba atado y bien atado, según hemos sabido más tarde. Así que bienvenido el caos si es real y de él ha de salir algo nuevo.
En la fotografía que ilustra el post, Beppe Grillo en un característico gesto suyo (y de Chávez, y de Mussolini, y de tantos otros de esa cuerda).
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