Ayer domingo, la edición catalana de EL PAIS detallaba una información estremecedora sobre la realidad social y económica en nuestras ciudades, concretamente en Barcelona.
Dice el diario que en la capital catalana "la distancia entre las rentas, es una brecha que crece cada año a pasos agigantados" y que están desapareciendo los barrios de clase media ya que "los ricos son más ricos, y los pobres, más pobres". Esta tendencia viene de lejos naturalmente, pero en los dos últimos años ha sufrido un acelerón brutal.
Las distancias entre los barrios extremos de la ciudad son ya estratosféricas. Si tomamos la base 100 como renta promedio de Barcelona, en Can Peguera, el barrio con menos ingresos, una familia sobrevive con el 36% de esa renta en tanto otra residente en Les Tres Torres vive con el 226%. La mayoría de barrios obreros no llegan al 60% de la renta media, en tanto los bienestantes superan el 150%. En los barrios de clase trabajadora y media las familias han perdido en dos años hasta el 20% de sus ingresos.
En 50 de los 72 barrios de la ciudad la renta cayó entre 2009 y 2010. La Trinitat Vella, por ejemplo, tenía en 2008 el 76,4% de la renta media, y ahora dispone del 58,1%. "Los números rojos tiñen casi todas las esquinas del distrito de Nou Barris y buena parte de las de Ciutat Vella", asevera EL PAIS, que continúa: "En el otro extremo están los barrios más pudientes. En el distrito de Sarrià-Sant Gervasi se vive por encima de la renta media. Y la distancia entre los ricos y los pobres ha crecido en dos años. En 2009 los habitantes de Les Tres Torres vivían con cuatro veces más que los de Can Peguera. La distancia entre rentas ahora es de casi seis veces". La contundencia de las cifras daña cualquier sensibilidad humana por mínima que sea, salvo al parecer la de nuestras élites políticas y económicas.
Hay correlatos sustanciales, que al contextualizarlos en este clima social adquieren pleno sentido. Por ejemplo, la diferencia en participación electoral entre el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, el de mayor renta de la ciudad, y Nou Barris, el de menores ingresos, supera los veinte puntos; resulta ocioso explicar qué partidos rentabilizan y cuáles son los perjudicados por esa circunstancia. Como resulta obvio que los residentes en uno y otro distrito responden electoralmente de modo diferente precisamente en función de su divergente realidad social: unos, los condenados a la depauperación creciente, se colocan al margen de la vida política y se abstienen hasta de votar, en tanto los otros defienden el sistema actual con uñas y dientes, por la sencilla razón de que su funcionamiento redunda en su evidente y desmedido provecho.
Por cierto, ayer el Barça le ganó cuatro a cero al Espanyol. Hoy por tanto, Barcelona es feliz. ¿O solo son felices las clases poderosas y los idiotas?.
La imagen que ilustra el post es un dibujo de El Roto, publicado en EL PAÍS el pasado 5 de enero de 2013.
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