Intentar esconder una huelga general en la que participan millones de personas es una tarea difícil. A los gobiernos español y catalán hay que reconocerles al menos el mérito de haberlo intentado por todos los medios a su alcance, desde la persuasión a través de sus difusores de comunicación a un generoso despliegue de violencia policial, pasando previamente por el terrorismo empresarial que amenaza con el despido a los trabajadores de pequeñas empresas, los más indefensos, si se suman a la huelga, tal como denunciaban ayer decenas de llamadas a medios como la Cadena SER.
Coacción, amenazas, violencia, mentiras... Nada puede ocultar sin embargo el éxito de las movilizaciones de ayer, sobre todo de las grandiosas manifestaciones que tuvieron lugar no solo en Madrid y Barcelona sino también en Valencia, Sevilla, Vigo, Zaragoza y decenas de otras ciudades españolas.
En Barcelona un millón de personas colapsó el centro de la ciudad. La manifestación ni siquiera pudo echar a andar porque no había espacio físico para hacerlo. Recordemos que en la famosa manifestación independentista del 11 de septiembre pasado, la del presunto millón nosécuantos de manifestantes, los asistentes pudieron caminar tranquilamente por el Paseo de Gràcia, cosa que ayer era imposible.
Los intentos de esconder la realidad por parte del gobierno español han sido tan cutres como volver a dejar el alumbrado público encendido durante el día a fin de hacer subir el consumo eléctrico, o pregonar que la huelga ha sido un fracaso completo y a la vez lamentarse porque haya ocasionado unas supuestas pérdidas de cuatro mil millones de euros en un solo día. La culminación de los intentos de desinformación durante la jornada fue el partido de fútbol de la selección española en Panamá, que a partir de las nueve de la noche barrió cualquier referencia radiofónica y de la televisión pública española a la huelga. El gobierno catalán por su parte, el mismo que multiplica los manifestantes independentistas por cuatro o más a la menor oportunidad, cifró el seguimiento de la huelga en apenas el 17% de los trabajadores catalanes. Está bien claro de qué lado está cada cual, y qué intereses representan los gobiernos neoliberales de Madrid y Barcelona.
Para la historia universal de la infamia quedarán infiltraciones policiales como la denunciada por el secretario general de CCOO en un piquete andaluz -dos policías en actitud provocadora y con pegatinas de ese sindicato fueron identificados y expulsados del grupo por los sindicalistas-, la salvaje agresión policial a un niño a golpes de porra en la cabeza ocurrida en Tarragona, y la brutalidad con la que fue repelido el intento de ocupación del Banco de España en Valencia y el ensañamiento en esa misma ciudad con los estudiantes, entre otras acciones represivas llevadas a cabo por esa especie de máquinas de carne sin cerebro en que los responsables del (des)orden público están convirtiendo a las fuerzas antidisturbios de la policía, sea española o catalana.
Esta huelga marca un camino sin vuelta atrás. Y no solo en España. En toda Europa de una forma u otra hubo acciones y movilizaciones de protesta contra las políticas neoliberales, y una misma exigencia: queremos decidir, tenemos derecho a decidir sobre nuestro futuro real, el que afecta al trabajo, las pensiones, los servicios públicos, especialmente la enseñanza y la sanidad, la cultura de verdad, y sobre cuanto tiene que ver no ya con la calidad de vida sino con la mera supervivencia de las clases trabajadoras y populares.
Es hora de exigir un referéndum con una pregunta muy concreta: ¿Está usted de acuerdo en que se recorten los derechos sociales y se destruyan los servicios públicos, sí o no?.
La imagen que ilustra el post es una fotografía de la manifestación en Barcelona, procedente del diario El País.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todos los comentarios dejados en este blog están sujetos a moderación.